Los Conventillos

Fue en octubre de 1919. Concluída la Primera Guerra Mundial, la inmigración adquirió renovado empuje en el Uruguay. Españoles, italianos, eslavos, armenios, turcos-judíos y sirios-libaneses comenzaron a arribar a estas tierras. La Ciudad Vieja fue el lugar preferido por los inmigrantes más pobres; en la calle Juan L. Cuestas en viejas casas de inquilinatos, se hacinaban los desposeídos de la fortuna. En está, por la acera oeste, desde Washington hasta Cerrito, se alineaban los vetustos conventillos del cinco al diecinueve, viviendas sin puertas ni ventanas, que se estiraban como largos penumbrosos túneles. Tenían, a ambos lados, habitaciones y en los

Fue en octubre de 1919. Concluída la Primera Guerra Mundial, la inmigración adquirió renovado empuje en el Uruguay. Españoles, italianos, eslavos, armenios, turcos-judíos y sirios-libaneses comenzaron a arribar a estas tierras. La Ciudad Vieja fue el lugar preferido por los inmigrantes más pobres; en la calle Juan L. Cuestas en viejas casas de inquilinatos, se hacinaban los desposeídos de la fortuna. En está, por la acera oeste, desde Washington hasta Cerrito, se alineaban los vetustos conventillos del cinco al diecinueve, viviendas sin puertas ni ventanas, que se estiraban como largos penumbrosos túneles.

Tenían, a ambos lados, habitaciones y en los fondos, escaleras de hierro carcomido que conducían a la parte superior donde se ahilaban otras habitaciones. Las fachadas, al igual que las paredes de los corredores, descascaradas por el agua, el viento y el sol, mostraban, de tramo en tramo, los anchos ladrillos que parecían amenazar con un derrumbe.

El conventillo nuevo era el más cosmopolita; ahí arrendaban piezas hombres solos o en pareja; a veces con porrotada de hijos. Las nacionalidades y las lenguas se confundían como una nueva Babel.

Por: Antonio SelujaCecín

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