El Zurdo Acosta

Por: Gualberto ‘’Cacho’’ Milán

Llegaba a la cancha con su novia del brazo, en camisilla, una toalla alrededor del cuello, con ‘’romanitas’’ y un cuzquito que traía con la correa. Cuando lo ví por primera vez aquí, me parecía mentira que el ‘’Zurdo’’ pudiera estar en Estados Unidos. Pensé que se iba a volver enseguida. Él no era para este país. Me equivoque, se dejo crecer más la patilla, se dejó el bigote  más espeso y retorcido…y se plantó en el medio del barrio de Orange con una sonrisa amplia y bonachona El no tuvo que cambiar – como lo hicimos nosotros – era imposible que el Zurdo lo hiciera.

Más bien en su fantasia, cambió todo lo que giraba a su alrededor. Recuerdo el día en que se vistió con un tuxedo muy elegante. Fue en ocasión del Desfile del Día de la Raza, celebrado por la Quinta Avenida de la ciudad de New York. Esa tarde recorrió todos los comercios y clubes de la ciudad de Orange para que le admiraran la ‘’pinta’’ que iba a lucir representando a su país en la tierra de los gringos. Implantó entre la clientela de una conocida discoteca de la ciudad de Newark, una versión modificada – por él – de un éxito de José José. Me olvidaba decirles que entonaba bastante bien y tocaba los platillos con habilidad. Si encontraba algún conocido, allí mismo,le cantaba su creación de esta canción, incluído un recitado que él le había agregado a la letra original. No importaba donde estuviera, ahí mismo comenzaba el espectáculo. A mí, personalmente , me lo hizo escuchar un par de veces en un supermercado repleto de gente.

Cuántos de nosostros no nos atrevemos a hacer cosas, llevar adelante una idea, comenzar una nueva vida, cambiar de trabajo, pura y exclusivamente por temor, por cortedad. Así, de la misma forma no visitamos a los amigos porque de repente molestamos y no vamos a ninguna reunión porque hay mucha gente. Dejemos salir alguna vez al ‘’Zurdo’’ que todos tenemos Escondido en el corazón, Participemos de la fiesta que se llama VIDA y subamos al escenario a cantar cualquier cosa, pero eso sí, con la firme convicción de ser un ganador. Yo cumplí con él, lo escuché siempre con atención, con alegría, con la certeza tremenda de que algien había logrado escapar a este sistema de vida, Sí, ‘’El Zurdo’’ era feliz – a su manera – pero era feliz. Por unos minutos yo también lo era, él me transportaba al rincón donde había nacido y me había hecho hombre. El estaba en su escenario multicolor y yo al costado del baldío y los ranchos de lata. Me contaron que una mañana le pidió ayuda a un amigo para que lo llevara al hospital (el Zurdo no hablaba inglés), estaba muy  pálido y se quejaba de un fuerte dolor en el estómago. Fueron…su amigo le hizo de intérprete en la Sala de Emergencia y lo dejó en una camilla diciéndole que se iba a trabajar pero que en la tarde pasaría para ver como seguía. Cuando regresó – pasadas ya las cinco de la tarde – , el Zurdo había muerto. En mi cartera guardo la estampita religiosa que me entregaron en su entierro.

Al principio, arriba, dice: En memoria del Sr. Walter Acosta. 3 de agosto de 1995.

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